En la era de las nuevas tecnologías, donde se vive aprisa, con horarios rígidos que dificultan la compatibilidad laboral y familiar, es difícil educar. En otras épocas los progenitores no tenían muchas dudas, simplemente repetían los patrones aprendidos de sus ancestros, pero con lo grandes cambios sociales y tecnológicos del siglo XXI sólo estas medidas no son suficientes, hay que ajustarse a nuevos patrones que marca la sociedad, desde saber manejar un ordenador, vivir acompañado de un teléfono móvil, horarios disparatados….Con todos estos avances parte de la educación tradicional ha quedado de lado y ahí es donde aparecen las brechas; que nos tengamos que adaptar a los nuevos tiempos no significa que haya que prescindir de valores y aprendizajes importantes.
Las normas y los límites son necesarios para vivir en sociedad, en familia, son la guía de la convivencia. Podríamos equipararlo a las normas de circulación, gracias a que hay señales, líneas en la carretera, semáforos… podemos viajar libremente hacia nuestro destino, cambiar a otro, parar, dar marcha atrás, etc. Si no tuviésemos todos estos indicadores guiándonos y ordenando el tráfico sería un caos y pocas veces lograríamos llegar a destino, eso en el mejor de los casos. Los pequeños también necesitan la guía de sus padres, que les den indicaciones, que les pongan límites tanto de tope como de metas, que les enseñen las consecuencias de sus actos. Sólo así pueden ya desde edades muy tempranas aprender a elegir mejor y a conseguir los objetivos que se vayan marcando, lo cual les va a convertir en adultos capaces.
Una persona con confianza en sí misma, templada, segura, realizada, en definitiva feliz, es una persona que comete errores y aprende de ellos, porque la vida enseña cuando queremos aprender. Es una persona que desde niña ha sido enseñada a creer en sí mismo, que ha sido acompañada en sus éxitos y fracasos, en el día a día, con paciencia y también con exigencia cariñosa. Una persona a quien se le ha permitido equivocarse y tomar mejores decisiones, escoger asumiendo las consecuencias, se le ha acompañado en sus aciertos reconociendo su mérito. Siempre con afecto y en positivo.
Actualmente se pretende que todo sea fácil y rápido, se anestesian las emociones de los niños con pantallas de toda índole, con ruido, sin tiempo, con prisas, agitación. Es imposible que un niño pueda aprender así a gestionar sus emociones, no tiene herramientas a su alcance, no conoce la frustración, la espera, tampoco conoce las consecuencias de sus actos; en definitiva, se siente perdido y sin control en un mundo acelerado que no comprende. Es necesario establecer prioridades y replantearse si es más importante la calidad de las relaciones, la educación, el afecto y la cercanía o seguir en la rueda del consumo, la tecnología, lo superficial y aparente que al final simplemente aporta vacío.
A veces nos perdemos entre las demandas externas e internas, con presiones de todo tipo, dilemas, conflictos familiares, divorcios, nuevas familias, o falta de tiempo. Cuando se nos viene grande podemos necesitar ayuda profesional, un asesoramiento que nos ayude a reajustar objetivos, ordenar y priorizar nuestros esfuerzos.
MARIA PILAR FUENTE
PSICÓLOGA