El uso de pantallas se ha convertido en algo habitual desde una edad temprana con innegables ventajas pero con inconvenientes igual de evidentes. El debate va en aumento y no existe unanimidad, por ejemplo, sobre la edad en la que un niño puede tener un 'smartphone', un aparato con capacidades y utilidades que van mucho más allá de un teléfono. Ahora especialistas médicos advierten sobre los efectos de la adicción a las pantallas y las diferentes aplicaciones de las mismas; concretamente en la ultima versión de la clasificación de enfermedades CIE-11, la Organización Mundial de la Salud ha incluido la adicción a los videojuegos en su apartado de trastornos mentales.
De acuerdo con recientes investigaciones con neuroimagen funcional, el uso excesivo de los dispositivos produce alteraciones químicas en el cerebro, con reacciones similares al síndrome de abstinencia y características parecidas a las causadas por la adicción a las drogas. Como resultado previsible, los adictos presentaron mayores niveles de depresión, ansiedad, insomnio e impulsividad. Pero la mayor novedad fue el descubrimiento de que la nomofobia (el término con el cual se describe la dependencia a los smartphones, dado que el término describe la fobia que produce el estar sin el teléfono móvil) afecta a la química del cerebro.
Afecta por igual a esos adultos que permanecen ante la tele pasada la medianoche y a los niños y adolescentes que se van con el móvil a la cama, pendientes de aplicaciones de uso muy generalizado. Esos malos hábitos tienen –al margen de afectar a la comunicación y armonía familiar– consecuencias para la salud. En el caso de los jóvenes Millenials, miembros de una generación que nació conectada, el uso constante del dispositivo les perjudica especialmente, ya que su cerebro todavía está en formación, por lo cual puede influir en los procesos de aprendizaje o derivar en trastornos de conducta.
No todas las personas son susceptibles de desarrollar una adicción a las pantallas, ya que para ello se requiere la presencia de una serie de factores, entre los cuales destaca la propia vulnerabilidad y predisposición particular del individuo. Es preciso fomentar un uso responsable del móvil, tarea que corresponde en primer lugar a los padres, dando ejemplo por supuesto, y luego a los educadores.
Hay que tener en cuenta ciertas señales que nos avisan de que algo está sucediendo, como pueden ser: Un aumento importante de la ansiedad cuando no se tiene la pantalla a mano, es decir, una necesidad imperiosa de acudir a ella, lo mismo que encontrarse enfadados y angustiados cuando no se puede acceder o conectar; o bien cuando se comienzan a tener problemas de rendimiento laboral o en los estudios, de relación con las personas del entorno, e incluso de salud, como cansancio motivado por dedicar las horas necesarias al sueño, irritabilidad ocular, dolores de cabeza, etc.
¿Qué podemos hacer si las pantallas nos invaden?
En primer lugar estar abiertos al mundo, a la vida, disfrutar del momento presente con los cinco sentidos, de lo que ésta nos ofrece, como pasear sin cascos, observar la naturaleza en vez del móvil, o tener comunicación cara a cara en lugar de telefónica. Las nuevas tecnologías no deben robarnos la vida ni el placer de vivirla.
En el momento que ya se pierde el control sobre la situación y se siente gran ansiedad, se pierde el rumbo vital, las relaciones personales están afectadas, o baja el rendimiento, es hora de buscar ayuda profesional. Desde nuestro Gabinete podemos ayudarte con terapias centradas en tus necesidades específicas, cada persona es un mundo y cada terapia es única.
MARIA PILAR FUENTE
PSICÓLOGA.