Sabemos que por nuestro bien, por salud, tenemos que ceñirnos a la nueva orden, así que de 23 a 6 horas, no podremos salir a la calle más que por causas justificadas, como asistir a un centro sanitario, horarios laborales, o urgencias de diversa índole. Si antes las indicaciones eran mediante el sentido común, con información, concienciación, apelando a la responsabilidad de los ciudadanos, ahora va a ser por imposición.
Algo fracasa en la sociedad cuando no somos conscientes de que sin darnos cuenta nos hacemos mal a nosotros mismos, cuando no respetamos los espacios, las medidas de seguridad, incluso en las reuniones familiares. No nos damos cuenta de que un tiempo privándonos un poco de estos encuentros sociales que tan bien nos hacen a todos, saldremos ganando antes que después. Sucede que se busca la recompensa inmediata, ahora, ya, sin detenerse a pensar en las consecuencias que vienen detrás.
Lógicamente, la juventud, adolescencia, es un momento de la vida donde todavía el sistema nervioso no ha terminado de madurar, de ahí que la impulsividad sea una de las características de esta etapa de la vida. Cuesta tomar decisiones con vistas a largo plazo, parece que la vida es interminable, que nunca pasa nada, que uno se va a comer el mundo…. Pero el mundo nos come a nosotros, en este caso el Covid-19. No es fácil prescindir del contacto social en este momento vital, donde las relaciones con los iguales son de lo más importante, pero es necesario, ahora mismo hay que priorizar.
Los adultos son quienes tienen la responsabilidad sobre sus hijos menores de edad, no es fácil para estos padres ahora manejar toda la tensión que las circunstancias producen en los chavales. De hecho está aumentado el número de conflictos en el seno familiar, llegando a veces al insulto hacia los padres, agresividad o rebeldía. Si ya la adolescencia, primera juventud, es una etapa vital convulsa, mucho más cuando no se puede hacer vida normal, ir al Instituto, a la Universidad, tranquilamente, hacer fiestas, compartir con compañeros…
Pareciera que la vida está paralizada, pero esto mismo es lo que se busca, que paremos un poco el ritmo del contacto social, para que tan pronto sea posible, podamos paulatinamente volver a recuperar la vida tal como la entendíamos, sino mejorada, ya que como dice el refrán “No hay mal que por bien no venga”. Así que podemos aprender a tener más paciencia, sopesar las consecuencias de nuestros actos en vez de actuar de forma impulsiva o precipitada, o lo que es lo mismo, madurar como sociedad. Son tiempos de volver a la calma, a la solidaridad, al civismo, al compartir, al ser mejores personas, incluso más educadas; es hora de recuperar valores que pareciera se estaban perdiendo en la sociedad consumista actual.
De todas formas hay personas que anímicamente lo están pasando verdaderamente mal, por diversos motivos, ya que la pandemia ha quitado a la luz, e incrementado, malestares que ya estaban de tiempo atrás. Quizás es la hora de pararse, reflexionar, ajustar esas cuentas internas pendientes desde hace tiempo y que tanto hacen sufrir. Es tiempo de sanarse, de darle un nuevo valor a la vida, de curar heridas, de salir fortalecidos, incluso con nuevos proyectos vitales. Con la terapia puedes dejar atrás tus malestares y comenzar una nueva andadura con menos cargas, más ligera.
Mª DEL PILAR FUENTE
PSICÓLOGA. TERAPEUTA FAMILIAR. TERAPEUTA EMDR
REG SANITARIO C-15-003566 y C-15-003650