La vacuna más eficaz es la promoción de la salud física y mental. Así lo ha expresado el Relator Especial de la ONU, Dainius Puras, psiquiatra de la Universidad de Vilnius (Lituania), quien, en su último informe ha vuelto a subrayar la interdependencia entre la salud y los derechos humanos, en cuanto a la mayor emergencia sanitaria de los últimos 100 años, la pandemia de la enfermedad del coronavirus (COVID-19). Indica que el impacto del coronavirus está determinado en gran medida por la política de salud pública, el liderazgo, la desigualdad socioeconómica, el racismo sistémico y la discriminación estructural más que por factores biológicos. Por lo cual no basta con adoptar sólo medidas de salud pública y emergencia, deben tenerse en cuenta todos los demás derechos humanos, puesto que “no hay posibilidad de lograr la cobertura universal de salud, o contener una pandemia, si la discriminación excluye a diferentes segmentos de la sociedad de la información o los servicios”.
Para el Relator Especial el fracaso de los sistemas sanitarios en responder frente a la pandemia es una consecuencia más de los “desequilibrios de poder” presentes en los sistemas sanitarios. La falta de compromiso y priorización de la salud pública, junto con su escasa financiación, así como el desequilibrio aún más acusado de la financiación de los servicios de atención en salud mental se manifiesta en que los sistemas sanitarios “ahora no pueden satisfacer la demanda creada por el estrés mental relacionado con la pandemia”.
Asimismo, el énfasis en el modelo biomédico, una de las críticas reiteradas de sus informes, ha afectado negativamente también al contexto de la COVID-19, en la medida en que este énfasis se centra en el desarrollo de vacunas y tratamientos médicos, dejando de lado otros aspectos más amplios de la salud pública y los derechos humanos que son determinantes para el éxito frente a la expansión de la COVID-19.
En relación con la pandemia de la COVID-19 y los derechos humanos, Dainius Puras muestra su preocupación con tres asuntos principales. El primero, la privación de libertad y el confinamiento en instituciones penales y médicas, y el mayor riesgo de COVID-19 para las personas que viven y trabajan en estas instalaciones. El segundo tema se refiere a la salud mental. A este respecto, el Relator insta a los estados a que adopten enfoques basados ??en los derechos humanos para brindar apoyo a todas las personas con sufrimiento psicológico y a detener el uso excesivo de intervenciones biomédicas y tratamientos coercitivos. “Creo que es imperativo que la carga de manejar y hacer frente a los impactos sociales, financieros y de salud mental del COVID-19 no recaiga sobre las personas, sino que estén bien respaldadas por la atención médica y otros servicios sociales”, añade. Finalmente, la vigilancia digital es otra de las preocupaciones que señala el Relator en relación con la protección de los derechos humanos en el contexto de la COVID-19. Los sistemas de reconocimiento facial, de rastreo digital o la introducción de “pasaportes de inmunidad” pueden socavar la confianza de la sociedad, por su falta de transparencia y por la dificultad que supone reparar los daños ocasionados en caso de error.
Con cierto optimismo, el Relator Especial señala que la pandemia podría suponer una excelente oportunidad para que los estados reconsideren sus políticas de confinamiento, cuestionen la efectividad del encarcelamiento y abandonen prácticas obsoletas como la institucionalización de personas con discapacidades intelectuales, cognitivas y psicosociales, así como para que se pongan valor los derechos humanos a la hora de mitigar el impacto psicológico generado por la pandemia y se establezcan alternativas comunitarias. “La crisis global del COVID-19 brinda una excelente oportunidad para revitalizar estos principios y convertirlos en la base de un futuro más sostenible, justo y equitativo para todos”, concluye.
La ciencia siempre nos ayuda a ver las dificultades y nos muestra oportunidades de mejora de nuestra sociedad. Cada uno de nosotros no podemos cambiar el mundo, pero podemos poner nuestro granito de arena, mejorando cada quien, buscando alternativas de equilibrio, de bienestar, solicitando ayuda si es necesario; y la psicoterapia es una excelente fórmula para alcanzar un nivel óptimo de desarrollo personal, lo que a su vez va a redundar en la colectividad, es lo mejor que podemos ofrecer a la sociedad.
Fuente: Infocop | 30/11/2020. Public Health Policy Shapes COVID-19 Impact: UN Expert’s Final Report
Mª PILAR FUENTE.- TERAPEUTA FAMILIAR SISTÉMICA. TERAPEUTA EMDR.
PSICÓLOGA PRESENCIAL Y ONLINE
REG SANITARIO C-15-03566 y C-15-003650