Estamos en la Fase I del desconfinamiento por Covid-19, en algunas zonas todavía se mantiene la fase 0. Después de pasarnos 2 meses prácticamente encerrados, empezar a movilizarnos y ponernos otra vez en marcha puede costar, además la vida no es tan fácil como antes ya que hay que extremar las precauciones, todavía hay muchas limitaciones que impiden llevar una vida con libertad de movimientos. Claro que todo esto es por salud y nadie duda de que todos queremos seguir adelante con el retroceso del número de casos y por nada del mundo desearíamos volver hacia atrás y así prolongar todavía en más tiempo la recuperación social o económica. Aquí la responsabilidad personal y de la sociedad en general es esencial; la libertad siempre se acompaña de responsabilidad, de lo contrario sería libertinaje lo cual siempre perjudica.
Pero sucede que ahora a algunas personas les pasa que tienen miedo a salir y contagiarse, a volver a los ritmos, horarios y rutinas habituales, lo que se conoce como “Síndrome de la cabaña”, que también sufren presidiarios, hospitalizados de larga duración o secuestrados. En la pandemia Covid-19 las personas más propensas a sufrirlo son las personas mayores, hipocondríacos o que sufren rechazo social; de alguna forma están acomodados a un ritmo lento y seguro que conforma un lugar “seguro” pero que quita energía, alegría, bienestar. Otras personas pueden sentir ansiedad intensa llegando incluso a sufrir agorafobia –miedo a los espacios abiertos con mucha gente-, insomnio, enfermedades psicosomáticas o alteraciones en los hábitos alimentarios, entre otros.
¿Cómo podemos superar esta situación? En primer lugar hay que verlo como algo normal. La pandemia ha supuesto una crisis mundial a muchos niveles, y el emocional es uno de ellos. Nos ha zarandeado y quien más, quien menos, hemos tenido y tenemos que reajustarnos continuamente y ponernos en positivo para llevar la incertidumbre de la mejor manera posible. Sabemos que entramos en una crisis no sólo de salud sino también socioeconómica importante. A cada quien se le despiertan sus demonios, es importante conocerlos para manejarlos y dar paso a la calma, la confianza, la resiliencia. También es importante retomar el día a día de forma paulatina, sin prisas, ir adaptándose poco a poco; oxigenarse haciendo ejercicio ligero o el que uno prefiera; el contacto con naturaleza es reparador y calmante; ir quedando ya con un número reducido de personas queridas siempre guardando los espacios de seguridad.
En fin, este trauma que ha caído como una bomba, hay que ir procesándolo poco a poco, por encima de que nos invadió el virus no nos interesa ahora maltratarnos con agobios, preocupaciones muchas veces infundadas, o creando más enfermedad en nuestros cuerpos y mentes. La mayoría de las personas se irán adaptando poco a poco a la nueva realidad mundial. Pero quien necesite ayuda sabe que hay a disposición terapias estupendas para tratar el estrés postraumático logrando devolver la sensación de seguridad perdida.
MARIA PILAR FUENTE.
PSICÓLOGA SANITARIA NRS. C-15-03566 y C-15-003650