Nadie se esperaría, ni los profesionales, que se esté llevando tan bien la situación de confinamiento. En la mayoría de los casos, las personas, las familias, están más tranquilas. Es verdad que hay menos estresores, ya que se reduce la actividad y los retos a los que nos enfrentábamos todos los días, pero parece ser que en general no se echan mucho de menos toda una serie de estímulos a los que estábamos habituados, por lo tanto en el fondo tal vez no fueran tan interesantes.
Se han quitado a la luz muchos recursos que estaban ahí, dejados de lado, como la creatividad, la solidaridad, la comunicación sin prisas con los seres queridos aunque sea virtual. Otro de los valores retomados es el tiempo, por fin pudimos pararnos a hacer cosas pendientes, a estar más disponibles, más tranquilos. Retomar esos intereses no atendidos porque siempre había otras prioridades, como la lectura, pintura, pasatiempos, puzles, juegos o manualidades. Hasta la cocina parece que se saborea más, se cocina a fuego lento. En cierta medida retomamos tiempos pasados donde el ritmo era más natural, más humanizado. Lo mismo sucede en la naturaleza, la vegetación, los animales, el hábitat marino, rápidamente se está restaurando, la polución está bajando, lo cual nos dice mucho la forma en que nos tratamos y como tratamos al planeta.
Parece que en el fondo estar bien es bastante simple, no hace falta tanto ni tantas cosas; en realidad el consumismo invita a consumir sin sentido, de forma inconsciente. Muestra de ello es el ritmo de vida de muchas personas que cuando el trabajo para dos meses tienen que pedir ayuda para subsistir, cuando viajaban al extranjero, asistían a eventos, vestían a la última o tenían un coche de alta gama. Tal vez no es lo que tenemos sino el sinsentido del tener lo que produce malestar.
El confinamiento nos está dando una lección de lo realmente importante, de humanidad, del contacto estrecho aunque pueda ser telemático, de hacernos conscientes de lo que realmente nos hace bien y qué es superfluo o estéril en nuestras vidas, en qué invertimos nuestra energía y dedicación, qué estábamos dejando de lado y que es verdaderamente importante. Es posible elegir, corregir el rumbo, tomar el aprendizaje, evolucionar en positivo.
También es cierto que la emocionalidad está más sensible, como que también nos hacemos más presentes para nosotros mismos, podemos pararnos a sentir, observar nuestro entorno, familia, pareja. En general la situación está ayudando a mejorar las relaciones, como que tienen más sabor, pero si surgen los conflictos también es un buen momento para enfrentarlos, para salir fortalecidos. Si las emociones se desbordan y la situación se escapa de las manos, siempre se puede recurrir a la terapia centrada en el malestar por Covid-19 o en cualquier otra dificultad.
MARIA PILAR FUENTE
PSICÓLOGA SANITARIA NRS. C-15-03566 y C-15-003650