La familia es el grupo social más violento y en el que se perpetra más violencia. Es más probable que una persona sea agredida o dañada por un familiar que en cualquier otro ámbito de vida. La violencia masculina contra las mujeres es un crimen, un delito histórico e universal. Comienza en los albores de la civilización, y subsiste hasta nuestros días.
El patriarcado es una forma de sociedad en la que el hombre, lo masculino, tiene la supremacía por el simple hecho de serlo. Y relega, de ese modo, a la mujer, a lo femenino, a un segundo plano. Estos dos roles, el de poder y dominación del hombre y el de servicio y sumisión de la mujer, se sostienen y perpetúan gracias al soporte del conjunto de la sociedad: el Estado, la Justicia, las leyes y normas, las costumbres, las creencias, etc. Por tanto, la sociedad es claramente discriminatoria y por otra parte está desaprovechando lo que las mujeres pueden aportar a la comunidad, que es mucho más que el cuidado de la familia. Hombres y mujeres deberíamos tener igualdad de oportunidades, sin obviar que somos diferentes.
Aunque 'patriarcado' y 'machismo' son dos conceptos que tienen mucho en común, no son lo mismo. El machismo se refiere al comportamiento y actitud de cada persona (sea hombre o mujer) o grupo social que considera a la mujer inferior al hombre. No es sólo un sistema de dominación cultural, se cree que está también relacionado con la propiedad, ya que las mujeres han sido concebidas como un recurso, algo que se puede poseer.
El sistema patriarcal a través de diferentes instituciones como los ministerios públicos, la medicina, la misma familia e incluso algunos servicios psicológicos, tiende a minimizar el problema negándolo, racionalizándolo, evadiéndolo o colocando la responsabilidad en la o el más débil, y en el peor de los casos justificándolo.
La principal arma de defensa de las mujeres contra las violencia es el autoestima, su amor propio; es por eso que desde que nacemos se nos ataca el amor propio, cuando se nos educa para obedecer, para ser idiotas al enseñarnos que nuestro valor está en nuestro cuerpo, en usarlo para satisfacer a nuestra pareja, para ser madres o modelos. Normalmente se violenta a las mujeres de forma explícita a través de la violencia física, verbal y sexual, pero también están las violencias soterradas como la violencia psicológica, esta última forma no siempre es percibida por su víctima, y silenciosamente va acondicionando a las mujeres para que asuman las violencias hacía ellas como algo normal.
A las niñas no se les educa para que sean independientes, para que deseen ser astronautas, crear empresas, ser presidentas de su país, o dueñas de la empresa más importante que pueda existir; sus roles están relacionados con la sumisión, porque socialmente ser sumisas es lo mejor que las mujeres pueden ser. Todavía, en pleno siglo XXI. El patriarcado nos ha lacerado a mujeres y hombres, sin embargo, uno de los efectos más nocivos del patriarcado es la gran desigualdad entre los géneros. La única forma de salir de este lastre es la educación, la transmisión de valores más igualitarios y para ello es necesario que cada persona, hombres y mujeres, comprendan que sólo así toda la sociedad sale ganando, ya que nunca prosperará el ser humano a través del daño y la violencia, sino a través del reconocimiento y respeto de y hacia cada persona independientemente de su género.
MARÍA PILAR FUENTE
PSICÓLOGA