El 25 de noviembre se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
En la actualidad, la violencia contra las mujeres y las niñas es una de las violaciones de los derechos humanos más extendidas, persistentes y devastadoras del mundo. La desigualdad entre los géneros persiste en todo el mundo, que a menudo es consecuencia de actitudes patriarcales y de las normas morales que éstas conllevan. La violencia contra las mujeres se ha convertido en un problema estructural que se dirige hacia las mujeres con el fin de mantener o incrementar su subordinación al género masculino. Su origen se encuentra en la falta de equidad en las relaciones entre hombres y mujeres en diferentes ámbitos y en la discriminación persistente hacia las mujeres.
Por desgracia, sucede desde tiempos inmemoriales, es importante que se haga luz sobre cualquier hecho machista y poner nuestro granito de arena para que se haga justicia, que se muestre la verdad, fundamental para desmontar la discriminación masculina.
Como muestra, hoy vamos a remontarnos a la Edad Media en España. En un reciente viaje a la hermosa e histórica ciudad de Toledo, se despertaron en mi diversos interrogantes ante diferentes muestras e historias encontradas por la zona; posteriormente he investigado y he descubierto que existen diversas investigaciones y documentos que demuestran la manipulación machista, los malos tratos y la mentira vertida hacia una reina, con el fin de anular su poder como tal, simplemente por puro afán de poder y egoísmo masculino.
Juana la NO loca
Juana fue una mujer moderna para su tiempo, es evidente que no fue una mujer sumisa y no se adaptó a los ideales femeninos de época; tuvo la mala suerte de nacer en un momento poco indicado y en una época en la que las mujeres no eran importantes en la vida monárquica. Es posible que su actitud tuviera origen en su psicopatología, pero historiadores aventuran que fuese simplemente un acto de suprema libertad, de querer vivir sin estar sujeta a la rigidez del Estado.
La historia pocas veces recuerda su verdadera historia, tan solo se ha recordado su locura y la curiosidad que dicho hecho levantó. Muchos estudiosos han sostenido que la presunta "locura" de Juana obedecía únicamente a una conspiración política masculina. Padeció un mal que marcaría el resto de su vida: no profesaba la religión católica tan fervientemente como lo hacían en su época: no asistía a misa, no rezaba y se mostraba contraria a la comunión. Juana, se encontró casada con un hombre mujeriego, que tuvo diversas favoritas en la corte por lo que sufrió de celos y de ataques de cólera, manteniendo la misma modalidad de malestar sintomático que su propia madre, ya que su padre también era mujeriego.
En lo concerniente a la leyenda del peregrinaje con su difunto marido, sin embargo, no fue más que una huida de la peste que azotaba Castilla. Felipe el Hermoso había manifestado su voluntad de ser enterrado en Granada. No obstante, la Iglesia no recomendaba desplazar un difunto hasta pasados seis meses de su muerte. El cuerpo, pues, fue depositado en la Cartuja de Miraflores en espera de ser trasladado a su sepultura definitiva. Pero el avance de la peste por tierras castellanas obligó a la corte a trasladarse a otras localidades castellanas. El féretro con los restos del archiduque les acompañaba, pero la intención fue siempre avanzar hacia Granada.
Quizá los celos de la desdichada Juana degenerasen en una leve enfermedad mental, pero esta se vio agravada por las disputas de poder, primero entre su marido y padre y luego su hijo. Dado que suponía un obstáculo para que Felipe o Fernando ejercieran el control absoluto sobre Castilla, inhabilitarla satisfacía los intereses de ambos. Algunos documentos hallados determinan que Juana no sufrió problemas mentales severos hasta que fue encerrada a la fuerza en Tordesillas por orden de su padre Fernando II de Aragón, donde sufrió terribles penalidades. Con el paso de los años el cautiverio empeoró su estado: huelgas de hambre, rotundas negativas a asearse y participar en las celebraciones litúrgicas, frecuentes ataques de ira... no hicieron más que dar la razón a quienes la tachaban de loca. Esta circunstancia reforzó la autoridad paterna cuando el rey acudió a visitarla en compañía de algunos nobles castellanos a fin de que éstos, al verla, se convencieran de su incapacidad.
Debido a la desmedida ambición de su padre y su esposo y con la posterior marginación por parte de su hijo Carlos, la reina Juana apenas reinó. Nadie, a excepción de su madre, quiso que lo hiciera. La conspiración de su padre, esposo y posteriormente de su hijo, la convirtieron en “la Loca”. Una mujer llamada a gobernar que por culpa de las ambiciones fue convertida en un monstruo a ojos de la población. Su padre se anticipó a su nombramiento como reina y evitó lo que hubiera sido un hecho. Obediencia y protección fueron dos excusas que vinieron como anillo al dedo para un yerno y un suegro que no vieron en Juana sino un obstáculo para gobernar ellos mismos. Luego su hijo Carlos aprovecharía lo argumentado para mantener a su madre al margen del gobierno.
Miremos el futuro con otros ojos, hagamos de este mundo un espacio más igualitario, con respeto hacia las personas, sean del sexo que sean, al final son nuestros hijos e hijas o las madres de éstos ¿cómo se les puede hacer daño? Al final lo sufrimos toda la humanidad.
Adelante, todos contra la violencia de género, hombres y mujeres.
MARIA PILAR FUENTE
PSICÓLOGA.