En unos días celebramos el día especial de los papás. Es verdad que es una fecha en el calendario, aunque no es casual la onomástica de San José, quien también fue padre y sufrió vicisitudes varias en esta misión. Por otro lado, como sociedad de consumo en la que vivimos, se señala una fecha en el almanaque para nombrar o celebrar tal o cual evento, aunque ser padre es tarea de todos los días y para toda la vida.
Dentro del marco de la familia, la función principal del padre es dar soporte al maternaje, es decir, facilitar que la madre disponga de los recursos necesarios, como puede ser, seguridad, soporte económico, emocional, o resolución de gestiones varias, para que simplemente pueda centrarse en la tarea primordial de atender al recién nacido, un ser totalmente dependiente y que necesita atención las veinticuatro horas del día. A medida que el pequeño crece el padre puede compartir más con él juegos, diversas actividades, aprendizajes, los cuales resultan fundamentales para tener una visión del mundo más amplia y no sólo centrada en necesidades biológicas tan estrechamente ligadas a la madre. Si el pequeño además es un varón, será el modelo a seguir por el pequeño, quien ve una referencia de cómo ser un hombre, como manejar la vida desde una posición masculina. En el caso de que sea una niña, el padre será la referencia de qué esperar de futuras parejas, aprenderá a relacionarse como posteriormente lo hará con hombres importantes en su vida.
Por todo ello, la impronta que un padre deja es muy importante. No sólo transmite conocimientos del mundo, enseñanzas varias, valores, educación, sino también sus propias creencias y formas de relacionarse. El amor que un padre siente hacia sus hijos, en la mayoría de los casos, es incuestionable, se percibe, se nota, forma parte de nuestros recursos personales y emocionales por siempre. Pero también es verdad que nada es perfecto. Se transmite también, y sin quererlo, dificultades entre ambos progenitores que producen malestar en los pequeños, a la vez que dificultades propias en diversas áreas de la vida, sobre todo si hay traumas sin resolver, pasando así generación tras generación el malestar emocional, lo que se denomina trauma transgeneracional, dificultando relaciones entre los miembros de la familia, produciéndose a veces brechas insalvables difíciles de comprender en el presente para sus miembros, ya que las raíces están en otros tiempos. En estos casos sería fundamental que cada miembro de la familia realizase su propio trabajo personal para poder comprender, sanar, manejarse de forma más sana en el mundo, y en el núcleo familiar. Si no se asume esta responsabilidad personal, siempre habrá conflictos, desacuerdos, malentendidos, tensiones, que llevan a la desestructuración no ya física, sino también emocional de la familia.
Es posible preservar el amor, recibido y también dado, que permanece con un@ por siempre, junto al agradecimiento de saber que este padre hizo todo cuanto estuvo en su mano, todo lo mejor que pudo, con todo lo que tenía, luces y sombras, y aún a pesar de las circunstancias y las dificultades, ejerció su rol de padre hasta el final. Este sería un padre presente, que cumplió, que estuvo a las duras y maduras, dando lo mejor de sí mismo. Esto significa ser padre, por eso es tan importante ser consciente y acompañar en el desarrollo de los pequeños, es la mejor enseñanza.
Mª PILAR FUENTE. CENTRO SANITARIO C-15-003566 Y C-15-003650
PSICÓLOGA COLEGIADA G-04034. PSICOTERAPIA. TRAUMATERAPIA.
CLÍNICO EMDR. TERAPEUTA FAMILIAR SISTÉMICA.