A veces en la vida toca vivir situaciones impensables, inimaginables, como una especie de pesadilla, con la consiguiente sensación de irrealidad. Frecuentemente tememos que sucedan ciertas cosas, como una enfermedad, quedarnos sin empleo, problemas de pareja, un desastre natural, en fin, cualquier cuestión que entra dentro del rango de lo posible según nuestro entendimiento. Pudiera decirse que tenemos un marco de posibles eventos adversos que suponemos podemos manejar, así como justo al contrario, ej. Uno puede esperar que sus padres falten pero es inadmisible que sean los hijos. Aunque la vida nos sorprende con hechos inesperados, como el caso del Covid19, nadie se podía imaginar ni remotamente que una pandemia arrasara el planeta poniendo en jaque los sistemas socioeconómicos de los más diversos países, continentes y culturas; aunque de lo malo siempre podemos quitar algo bueno, y en este caso nos sentimos más parte de la humanidad que nunca, incluso con el aislamiento necesario por salud.
Cuando la vida nos da golpes inesperados sufrimos un trauma, algo parecido a lo que sucede en el cuerpo, existe una ruptura, una lesión, una pérdida, con el consiguiente dolor, por lo cual es necesario curarlo para poder recuperar la funcionalidad y quedar con las menos secuelas posibles, como bien dice la psiquiatra Anabel González, apreciada tutora, en su libro Las cicatrices no duelen, no es lo mismo sufrir interminablemente que sanar la herida y tener una cicatriz que ya no produce malestar. Es posible superar bloqueos, realizar duelos, potenciar recursos personales, salir de relaciones patológicas, aprender autocuidado, salir de la negación y la confusión, es decir, volver a ver la vida con ilusión y esperanza renovada. No es lo mismo sobrevivir que vivir.
Reprocesando las experiencias traumáticas se realiza un proceso de sanación personal, ya nada resulta tan dramático, a la vez que se perciben todos los matices y sensaciones, podemos ver la realidad tal como se muestra, unas veces nos resultará agradable y otras veces no, pero esto es la vida misma, con sus cosas buenas y malas. Cuando esto sucede podemos vivir una vida más productiva, funcional, con menor coste emocional, con mayor empatía hacia nosotros y hacia los demás, porque llegamos a comprendernos y por lo tanto podemos hacerlo también con otras personas. Dejamos de sentirnos atascados en situaciones que antes nos desesperaban, simplemente hacemos lo que consideramos adecuado en cada momento y nos desprendemos emocionalmente. De nada sirve estar sufriendo sin fin por cosas que no están en nuestras manos, ni presentes, ni pasadas, ni futuras. Vivir el momento presente con la menor carga posible a nuestras espaldas nos permite disfrutar, apreciar los pequeños detalles, estar agradecidos por todo lo que tenemos, ser inteligentes emocionalmente.
Cuando nos curamos brindamos bienestar a las personas de nuestro alrededor, sólo se puede compartir lo que se tiene, por eso debe comenzar por uno. Cualquier momento es bueno para deshacer viejos nudos que nos siguen atormentando en el presente. La vida se vuelve más amable porque nuestro interior goza de mejor salud. Invertir en salud es de las mejores cosas que podemos hacer por nosotros mismos, los demás, el planeta…
Mª PILAR FUENTE
PSICÓLOGA COLEGIADA. TERAPEUTA FAMILIAR. CLÍNICO EMDR
ESPECIALISTA EN TRAUMA Y APEGO. TERAPIA PRESENCIAL Y ONLINE.
REGISTRO SANITARIO C-15-003566 y C-15-003650