Es un tema todavía bastante desconocido, aunque en realidad, vivimos en una sociedad narcisista, donde prima el resultado sin esfuerzo, el quedar por encima sin mérito propio, el abuso de poder o autoridad, la fachada por delante de la autenticidad, una presentación de cascarón vacío que necesita del exterior para rellenar el interior. Las personas que se manejan de este modo, tienden a buscar personas que tengan algo de su interés, de lo que creen que carecen, que quieren poseer. Aquí aparece el dominio. En una sociedad que fomenta estas conductas, el abuso narcisista prolifera, aunque es necesario se den una serie de condiciones en para que se ejerzan estos comportamientos destructivos.
Normalmente, los perpetradores, arrastran un trauma del desarrollo o apego, ya que cuando niños, y necesitando el afecto y protección de sus progenitores, se han visto abandonados y maltratados, con lo cual se sentirán aterrorizados y vulnerables, construyendo una máscara de supremacía para protegerse de parte del dolor. Por lo tanto, se convierten en adultos narcisistas aterrorizados por la intimidad. Están situados fuera de la realidad, ya que poseen un elevado sentido de superioridad sobre los demás, una falta de empatía y una necesidad de admiración constante, por lo que tratará a los demás de forma abusiva, manipuladora y agresiva.
Diversas investigaciones han mostrado que se puede encontrar este perfil casi en cualquier escenario, hay padres, madres, hermanos y también hijos, es decir familias narcisistas, siendo frecuente que estas dinámicas se repitan en varios de sus miembros, es más, suelen estar presentes en las nuevas personas que se unen al clan, la familia política. El abuso emocional también puede estar presente en el ámbito laboral, en la pareja, o en el ámbito académico.
La víctima con frecuencia tarda en darse cuenta, ver el impacto de lo vivido y las secuelas que se arrastran, el trastorno de estrés postraumático causado por la vinculación con una persona narcisista, sufriendo muchas consecuencias como comportamientos autodestructivos, baja autoestima, inseguridad, trastornos de ansiedad, depresión, problemas en las relaciones, adicciones, dificultad con los límites, perfeccionismo, complacencia, fobias, trastornos alimentarios o enfermedad mental severa. Es necesario poner distancia y reparar el daño.
Es posible sanar, junto con la capacidad de sufrimiento, hay una capacidad proporcional de sanación, que se da cuando reconocemos los patrones más amplios que operan en nuestras vidas, superamos la negación, entendemos la realidad y caminamos hacia un estado más saludable. Tanto víctimas como victimarios pueden realizar un trabajo de recuperación que les lleve a tener relaciones más saludables consigo mismo y con los demás, sin estar por debajo ni por encima, ya que ninguna de estas posiciones conduce al bienestar.
Mª PILAR FUENTE. PSICÓLOGA COLEGIADA G-04034.
CENTRO SANITARIO C-15-003566 Y C-15-003650
PSICOTERAPIA. TRAUMATERAPIA.
CLÍNICO EMDR. TERAPEUTA FAMILIAR SISTÉMICA