La familia es el núcleo del desarrollo humano, de la socialización. Los seres humanos somos mamíferos y como tales dependemos de la crianza de nuestras madres para sobrevivir, es necesario crear un vínculo para poder expresar las necesidades y ser comprendido y atendido en ellas. Un bebé llora cuando tiene hambre, frío o está mojado, no sabe decirlo con palabras pero el sistema nervioso ya está conformado para lanzar su mensaje; posteriormente irá madurando e irán implementándose otra serie de conductas más especializadas como la sonrisa, las primeras palabras, los gestos. Para que este desarrollo se produzca adecuadamente es necesario que haya un entorno seguro donde las necesidades de los pequeños sean satisfechas, porque cuando hay problemas que hacen quitar atención a los hijos éstos se desarrollan con carencias.
Por otro lado, la familia en sí misma es todo un entramado de interacciones que fluctúan continuamente y varía a lo largo de las diferentes etapas evolutivas como la crianza, la adolescencia de los chicos o posteriormente su independencia. Una familia sana puede realizar todos estos tránsitos a veces incómodos, con comunicación, implicación de todos los miembros, límites, flexibilidad. Sucede a veces que las familias traen dificultades de mucho atrás y no se han podido pasar adecuadamente las diversas etapas, ha habido circunstancias de vida difíciles, pérdidas, problemas económicos, enfermedades, o cualquier otra circunstancia que conduce a manejarse en roles rígidos y dolorosos para todos los miembros de la familia, creando muchas tensiones y dificultades para llevar la vida adelante.
Es verdad que todos los papás hacen lo que pueden, al menos en su gran mayoría, y en muchos casos repitiendo aprendizajes propios que unas veces son funcionales y otras disfuncionales. A veces haciendo todo lo mejor posible, las cosas no salen como se hubiera esperado, lo cual genera mucho sufrimiento. Cuando las familias se encuentran bloqueadas en el dolor, la destrucción de sus lazos familiares, las disputas, el malestar, es posible que busquen un chivo expiatorio en quien descargar todo ese malestar que no han podido o sabido manejar los progenitores y luego ya demás miembros adultos; siempre es más fácil echar las culpas fuera que asumir las propias responsabilidades. Estos grupos familiares suelen descargar sus frustraciones con el miembro familiar que no sigue a pies juntillas los deseos de alguno de ellos que se cree con el poder de dominar los actos y vidas de otras personas, siempre con el fin de que se cumplan sus deseos y el sistema permanezca en el mismo régimen enfermo en el que lleva años funcionando. Cuando la “oveja negra” decide tomar distancia para empezar a vivir de una forma más saludable y realizarse personalmente, el grupo familiar lo toma como traición y es muy frecuente que se les pase factura en forma de represalias.
Para que la familia permanezca lo más sana posible hay que asumir los diferentes procesos que toca vivir, por difíciles que se puedan presentar, siempre la forma de conseguir el bienestar viene de la mano de la verdad, la honestidad, la aceptación y la responsabilidad. Observemos qué tenemos alrededor, qué estamos dando y qué estamos recibiendo. Si nos encontramos sin recursos, atascados, es hora de acudir a un profesional, quien ayudará a dar otro orden y posiciones a los miembros de la familia, con límites claros y saludables, comunicación, flexibilidad y mucho amor, porque es en la familia donde aprendemos a amar.
Os paso un cuento infantil muy bonito sobre qué es ir al psicólog@ en familia.
MARIA PILAR FUENTE.
TERAPEUTA FAMILIAR. PSICÓLOGA SANITARIA C-15-03566 y C-15-003650